
El 16 de julio de 1950, el Estadio Maracaná de Río de Janeiro fue el escenario de una de las mayores sorpresas en la historia del fútbol: la victoria de la selección de Uruguay frente a la selección de Brasil en la final de la Copa del Mundo.

El partido, conocido como el «Maracanazo», fue presenciado por 200.000 espectadores, la mayoría de ellos brasileños que esperaban una victoria fácil de su equipo. Sin embargo, Uruguay, que llegó al partido como una de las grandes sorpresas del torneo, logró dar la vuelta al marcador y ganar 2-1.

El gol decisivo fue marcado por Alcides Ghiggia, un delantero uruguayo de ascendencia italiana, a los 34 minutos del segundo tiempo. El gol silenció a los 200.000 aficionados brasileños presentes en el estadio y provocó una explosión de alegría en los 11 jugadores uruguayos.

La victoria de Uruguay en el Maracanazo fue un acontecimiento trascendental en la historia del fútbol y en la cultura popular de Uruguay. La selección uruguaya había conseguido su segundo título mundial y había humillado a Brasil en su propio territorio. Además, la hazaña se produjo en una época en la que el fútbol era un deporte que simbolizaba el orgullo nacional y la identidad cultural de los países latinoamericanos.

El Maracanazo también tuvo un gran impacto en Brasil, que había acogido el Mundial con la esperanza de ganar el torneo por primera vez en su historia. La derrota ante Uruguay fue un duro golpe para el orgullo nacional brasileño y provocó una gran tristeza en todo el país.

A pesar de que han pasado más de 70 años desde el Maracanazo, el partido sigue siendo uno de los eventos más importantes en la historia del fútbol y sigue siendo recordado por los aficionados de todo el mundo como un momento icónico en el deporte.
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